Podría parecer contradictorio elogiar el aburrimiento como valor educativo, sin embargo en estos tiempos de inmediatez, es más necesario que nunca incluir «tiempos de paz» en la vida de los niños.
«Los niños necesitan estímulo, presión, competición, estructura. Pero sólo de vez en cuando, no siempre. También necesitan espacio para explorar el mundo a su manera, a su ritmo, para crear, inventar, incluso para aburrirse. Hoy nos aterroriza el aburrimiento. Vivimos en una “cultura del hacer” que no contempla la posibilidad de ir despacio, de parar, incluso de no hacer nada. Estamos continuamente ocupados, corriendo en pleno ruido electrónico. Nadie disfruta de unos momentos de silencio. Esto crea una presión artificial, innecesaria. Se necesita tiempo para mirar hacia dentro, a tus propios recursos, para atravesar el aburrimiento y crear. También los adultos necesitamos relajarnos, repensar nuestra relación con el tiempo. Cuando reducimos la velocidad, somos capaces de sentir con mayor claridad. Y si sientes más, piensas y te angustias menos». Carl Honoré
Os conectamos también con un artículo que publica Dolors Reig en su famoso blog El Caparazón: «El aburrimiento estimula la creatividad» que, entre otras cosas, nos acerca a los estudios de Belton, investigadora de la Universidad de Educación y Aprendizaje Permanente de la Universidad de East Anglia, en Reino Unido:
«A los niños se les debe permitir que se aburran para que puedan desarrollar su capacidad innata de ser creativos. […] Las expectativas culturales de que los niños deben estar siempre activos podrían obstaculizar el desarrollo de su imaginación. […] La explicación de Belton resulta diáfana: la sociedad ha “desarrollado la expectativa de estar constantemente ocupado y estimulado” pero ser creativo “implica ser capaz por nosotros mismos de desarrollar un estímulo interno, sin necesidad de nada más».