Siguiendo los pasos de Rudolf Arnheim, en su libro Arte y Percepción visual, vamos a acercarnos al dibujo infantil y a las sucesivas fases en las que el niño va desarrollando su expresividad y evoluciona su representación gráfica.
El dibujo infantil se relaciona preferentemente con la curiosidad, la improvisación y el juego. En el niño, análogamente a lo que ocurre en las culturas primitivas, el dibujo antecede a la escritura y constituye en el niño una tendencia innata y espontánea, similar a la comunicación oral.
LOS PRIMEROS AÑOS
Fase 1: cómo se modifica la superficie…
Las formas más simples e iniciales del dibujo infantil se basan en modificar la superficie soporte mediante trazos. El niño encuentra una gran satisfacción en trazar líneas y garabatos en un papel, en la arena o en el plato de puré. J.Gibson opina, en Ecological Approach to the visual Perception, que la causa de este placer reside en el hecho de que al mover la mano, el niño consigue una misteriosa modificación de la superficie, haciendo visible algo que antes no estaba allí.
Fase 2: los trazos…
El niño va siendo capaz de distinguir entre diversos trazos: traza líneas rectas y curvas, distingue donde empieza y acaba una línea, aprende a cambiar de dirección y a realizar trazos en zigzag…Y posteriormente descubre que las líneas se pueden intersecar y conectar y que puede realizar líneas paralelas.
De todo lo anteriormente expuesto, deducimos que en el niño existe una primacía absoluta del hacer sobre el copiar. Muchos de nosotros, padres y docentes, habremos observado que el niño que está dibujando no intenta copiar la realidad, se concentra intensamente en el acto de dibujar, observando las modificaciones que con sus lápices logra realizar sobre el papel y no compara sus logros con la realidad.
Fase 3: qué estoy dibujando… (los sustitutivos eficaces)
El niño, en paralelo al descubrimiento de las posibilidades del grafismo, es capaz de identificar en los dibujos o imágenes que ve en los libros, ciertas equivalencias con sus dibujos. Alrededor de los tres años, el niño comienza a descubrir y comunicar a los demás «qué ha dibujado». A los cuatro años, algunos niños ya señalan lo que van a dibujar antes de hacerlo, y esta intención representativa alcanza el nivel más alto a los cinco años, de modo que un niño de seis años ya expresa qué es lo que representa su dibujo.
¿Qué quiere representar, en estas primeras fases, el niño con sus dibujos? Lo que sabe o conoce de aquello que quiere dibujar, quiere crear una imagen que represente lo que él quiere evocar. Y, ante la ausencia de crítica y criterios racionales (en estos primeros años, la distinción entre ficción y realidad es casi inexistente), el niño identifica libremente su dibujo con el objeto que quiere evocar: unas líneas verticales pueden representar un árbol o unos círculos superpuestos el cuerpo de un niño. Y, a medida que vaya creciendo, variará y modificará sus dibujos si cree que cumplen mejor la función de expresar lo que quiere representar.