En una entrada anterior: El dibujo infantil. Primeras fases de su desarrollo, habíamos intentado acercarnos a cuáles son los procesos que tienen lugar en los primeros años del niño, cuando emprende la tarea natural de dibujar e intentar expresar gráficamente su mundo. Habíamos acabado en la Fase 3, que denominábamos: qué estoy dibujando… (los sustitutivos eficaces). En ella se explicaba que el niño, en una fase que corresponde aproximadamente a los cuatro y cinco años, quiere expresar con sus dibujos «Lo que sabe o conoce de aquello que quiere dibujar», quiere crear una imagen que represente lo que quiere evocar.
Continuando con nuestra aproximación al proceso de aprendizaje gráfico, vamos a explicar las tres fases siguientes:
Fase 4: imágenes mínimas
A medida que el niño va adquiriendo conocimientos, quiere que en sus dibujos se reconozca lo que él quiere representar. Para ello, tiene que ir dotando al dibujo de determinadas rasgos mínimos, que permitan al observador identificarlo. Ésto es lo que algunos autores denominan las imágenes mínimas. El niño busca, de modo todavía no plenamente consciente, cuáles son esos rasgos que permiten a cualquier persona identificar lo que él quiere dibujar: un árbol, una niña o un columpio. De entre estas imágenes mínimas, el niño primero acude a las que aportan un mayor significado: para dibujar un hombre, por ejemplo, acude a la figura erecta y de frente, sin embargo para dibujar un gato, lo representa de perfil y con los rasgos esenciales para poder distinguirlo: las orejas y sus cuatro patas; otor ejemplo serían los dibujos de algunos insectos o reptiles, en los que el niño los suele dibujar vistos desde arriba. En definitiva, se trata de transmitir aquello que aporte, con pocas líneas, un mayor contenido o unas mejores pistas para ser identificado.
Las imágenes mínimas suponen un gran descubrimiento. Imaginad cómo se siente el niño, su alegría, al observar que los trazos, puntos y rayas que dibuja en el papel, son identificados con la forma que él ha querido comunicar. A partir de estos primeros esquemas gráficos, el niño insistirá repitiendo y mejorando estos dibujos esenciales, con el objetivo que se vayan acercando cada vez más a la fisonomía real del objeto representado. Ésta es, por tanto, una fase en la que el dibujo está unido a la experimentación, el tanteo y el descubrimiento de los rasgos que definen los objetos.
Fase 5: La copia y el parecido
Algunos autores defienden que si no existiera una «contaminación figurativa», basada en la multitud de imágenes que los niños reciben a diario por diferentes medios, sus dibujos se quedarían en la fase anterior. Sus dibujos serían «imágenes mínimas», más o menos perfeccionadas, que mediante unos pocos rasgos gráficos expresan la realidad. Pero hoy más que nunca, el niño crece en la cultura de la imagen: ilustraciones, libros y revistas, envases y carteles publicitarios, televisión, cine, multimedia… por eso hoy es tan difícil determinar si esos invariantes que tienen casi todos los dibujos de los niños, en sus primeros años de vida, proceden del mundo real o del mundo de la imagen. Podemos intuir que la representación común de «el sol» como un círculo amarillo del que salen una serie de líneas rectas es producto de lo que el niño percibe en las imágenes de sus cuentos, como también ocurre, en la representación de «una casa»: un tejado a dos aguas de color rojo, varias ventanas cuadradas en fachada y una chimenea por la que sale humo. También deducimos, por el contrario, que la representación de las personas, probablemente procede de lo que el niño ve a su alrededor. Por todo esto, parece que en el aprendizaje gráfico del niño influye tanto su percepción del mundo como la percepción de imágenes y dibujos, que le llegan por diferentes medios de comunicación.
En esta fase, al niño se le estimula a realizar ejercicios como colorear, trazar el contorno uniendo puntos, y también aprende algunos trucos de dibujo: como representar un cubo transparente con dos cuadrados superpuestos unidos por sus vértices o dibujar el perfil de una persona con dos números. Aquí comienza un proceso, que se puede situar en torno a los seis o siete años, en que el niño ya no busca tanto los sustitutivos eficaces sino la copia de los mismos: el niño quiere imitar otros dibujos e imágenes porque en ellos ve nuevos rasgos que representan mejor lo que él quiere dibujar. El niño busca dotar de mayor verosimilitud a sus dibujos, y quiere que se parezcan, cada vez más, a lo que él ve; el niño, en esta fase, principalmente copia e imita.
Fase 6: dibujando la realidad
La dificultad que encuentran los niños cuando intentan copiar otros dibujos, se acentúa enormemente cuando intenta dibujar directamente de la realidad. Porque si copiar supone repetir líneas, manchas o colores, dibujar a mano alzada exige tanto percibir formas como manejar los esquemas gráficos que el niño había ya aprendido.
Es clave señalar que en esta fase, que se sitúa alrededor de los nueve o diez años, es cuando el niño experimenta la frustración y la vergüenza, al no ser capaz de dibujar con eficacia lo que él quiere, y estas emociones suelen surgir, con frecuencia, cuando compara sus dibujos con lo de los demás. Éste es el momento en que muchos niños empiezan un progresivo abandono del dibujo, y empiezan a creer de que «el dibujo no es lo suyo». Por eso, es muy importante un adecuado aprendizaje del dibujo, a partir de los ocho o nueve años, que les oriente hacia el dibujo realista, de modo que el niño vaya aprendiendo, vaya experimentando sus errores y aciertos, vaya evolucionando y, sobre todo, no pierda confianza en sí mismo y en sus capacidades. Porque un aprendizaje adecuado le permitirá disfrutar dibujando y le proporcionará una herramienta: el dibujo, para poder expresarse gráficamente y manifestar sus propias ideas, y que le será muy útil en muchas áreas del conocimiento, como las áreas científica o artística.